Mito de bachué, la Madre del Género Humano
Uno de los mitos chibchas de la creación de los hombres es el de Bachué, la madre del género humano. Las narraciones mitológicas muiscas indican que en las regiones cercanas a Tunja existía la Laguna de Iguaque, de cuyas aguas emergió Bachué, nimbada de una luz que hizo resplandecer la tierra.
La diosa femenina sacó consigo de la mano a un niño de tres años con quien bajó la serranía y en el llano, en donde posteriormente surgió el pueblo de Iguaque, construyó una choza, la cual se convirtió en la primera vivienda de los muiscas en Boyacá. Cuando el niño creció en su desarrollo. natural, Bachué se casó con él, realizándose así el primer matrimonio chibcha. Esta unión fue tan importante y la mujer tan prolífica y fecunda, que en cada parto tenía entre cuatro y seis hijos, con lo cual muy pronto se llenó de gente la tierra. Este es el origen chibcha del género humano.
Bachué y su hijo y esposo viajaban por todas partes, dejando hijos en todas ellas. Cuando ya estaban viejos llamaron a sus descendientes y fueron acompañados hasta la laguna de Iguaque, su lugar de origen. Allí Bachué les hizo una plática final, exhortándolos a la paz, después de la cual se despidieron y se convirtieron en dos grandes serpientes que se sumergieron en la laguna, que desde entonces se convirtió en santuario chibcha. Los muiscas hacían peregrinaciones a los "Bohíos sagrados" dedicados a la diosa Bachué y a su esposo, que en algunos cronistas aparece como Iguaque o Labaque. Estos dos bohíos de adoración se comunicaban uno con otro. En uno de ellos se adoraba la figura de un niño de tres años, puesto en pie y de oro macizo, y una piedra de moler maíz, también de oro macizo. En los bohíos, los españoles encontraron numerosas ofrendas: mantas de algodón finas y bien hechas, oro fino en pedazos de barras, tejas y centillos, figuras antropomorfas y zoomorfas llevadas como ofrendas.
A la isla Santuario de la Laguna de Fúquene, los chibchas hacían una peregrinación para adorar a varios dioses, entre ellos a Bachué. El culto a los dioses chibchas era servido por cien sacerdotes, quienes atendían a los peregrinos que llegaban frecuentemente de todas partes. Allí se localizaba uno de los Cucas, o seminarios para la formación de los jeques chibchas.
El mito chibcha de Bachué representa el dualismo entre la madre agua y la madre tierra; es el mito femenino más importante entre los indígenas colombianos, el cual permanece en la estructura mental de los pueblos del altiplano cundiboyacense con algunas supervivencias míticas en sus tradiciones y creencias. Este mito proyectó la supravaloración de la mujer entre los chibchas, dejando en el transfondo de la mentalidad social los caracteres de un pueblo con algunas tendencias hacia el matriarcado. En la organización social chibcha, los clanes estaban ligados por línea materna, por lo cual los hombres y las mujeres pertenecían al clan por línea femenina. Precisamente para la sucesión de los caciques chibchas existía la línea matrilineal: Al zipa de Bacatá lo heredaba su sobrino del Cacicato de Chía; al Zaque de Tunja lo heredaba su sobrino de Ramiriquí, y el cacique Tundama lo heredaba su sobrino, hijo de su hermana.
El mito de Bachué también está en relación con la fertilidad de los campos, las cosechas y la influencia de la mujer. Tenemos en cuenta que el matriarcado tiene raíces profundas en la organización social primitiva, en la cual las mujeres dispusieron de la autoridad doméstica y política. Las mujeres chibchas alternaban las faenas agrícolas con los trabajos de alfarería, tejidos, hilados y la dirección del hogar.
Bachué y su hijo y esposo viajaban por todas partes, dejando hijos en todas ellas. Cuando ya estaban viejos llamaron a sus descendientes y fueron acompañados hasta la laguna de Iguaque, su lugar de origen. Allí Bachué les hizo una plática final, exhortándolos a la paz, después de la cual se despidieron y se convirtieron en dos grandes serpientes que se sumergieron en la laguna, que desde entonces se convirtió en santuario chibcha. Los muiscas hacían peregrinaciones a los "Bohíos sagrados" dedicados a la diosa Bachué y a su esposo, que en algunos cronistas aparece como Iguaque o Labaque. Estos dos bohíos de adoración se comunicaban uno con otro. En uno de ellos se adoraba la figura de un niño de tres años, puesto en pie y de oro macizo, y una piedra de moler maíz, también de oro macizo. En los bohíos, los españoles encontraron numerosas ofrendas: mantas de algodón finas y bien hechas, oro fino en pedazos de barras, tejas y centillos, figuras antropomorfas y zoomorfas llevadas como ofrendas.
A la isla Santuario de la Laguna de Fúquene, los chibchas hacían una peregrinación para adorar a varios dioses, entre ellos a Bachué. El culto a los dioses chibchas era servido por cien sacerdotes, quienes atendían a los peregrinos que llegaban frecuentemente de todas partes. Allí se localizaba uno de los Cucas, o seminarios para la formación de los jeques chibchas.
El mito chibcha de Bachué representa el dualismo entre la madre agua y la madre tierra; es el mito femenino más importante entre los indígenas colombianos, el cual permanece en la estructura mental de los pueblos del altiplano cundiboyacense con algunas supervivencias míticas en sus tradiciones y creencias. Este mito proyectó la supravaloración de la mujer entre los chibchas, dejando en el transfondo de la mentalidad social los caracteres de un pueblo con algunas tendencias hacia el matriarcado. En la organización social chibcha, los clanes estaban ligados por línea materna, por lo cual los hombres y las mujeres pertenecían al clan por línea femenina. Precisamente para la sucesión de los caciques chibchas existía la línea matrilineal: Al zipa de Bacatá lo heredaba su sobrino del Cacicato de Chía; al Zaque de Tunja lo heredaba su sobrino de Ramiriquí, y el cacique Tundama lo heredaba su sobrino, hijo de su hermana.
El mito de Bachué también está en relación con la fertilidad de los campos, las cosechas y la influencia de la mujer. Tenemos en cuenta que el matriarcado tiene raíces profundas en la organización social primitiva, en la cual las mujeres dispusieron de la autoridad doméstica y política. Las mujeres chibchas alternaban las faenas agrícolas con los trabajos de alfarería, tejidos, hilados y la dirección del hogar.
Texto tomado de Javier Ocampo López
EL MITO INCA
Un día muy lejano, el dios sin nombre se hizo la reflexión de que debía crear un mundo. Tenía la tierra, el agua y el fuego y eso le bastaba para dar forma a cualquier cosa que deseara formar. Así lo hizo, creando tres planos que componían un único Universo. En el de arriba puso a los dioses, que tenían el aspecto brillante del Sol y de la Luna, de las estrellas y de los cometas, y de todo cuanto luce allá en lo alto, sobre nuestras cabezas. Un poco más abajo, pero todavía sobre el segundo mundo, estaban los dioses del rayo, del relámpago y el trueno, del arco iris y de todas las cosas que no tienen más explicación que la que los dioses quieran dar. Ese tercio superior se llamó Janan Pacha. En el segundo mundo, en el de aquí, Cay Pacha, puso el dios creador a los humanos, a los animales y a las plantas, a todo lo vivo, incluidos los espíritus. En el mundo del tercer plano, el mundo interior, Ucu Pacha, quedó el espacio cerrado y reservado para los muertos. Los tres planos estaban intercomunicados, pero eran unas vías muy especiales las que daban acceso a unos y otros. Al de arriba podía acceder el hijo del Sol, el Inca o príncipe, el Intip churín; desde el interior se podía acceder al de aquí, a través de todos los conductos naturales que se abren desde el interior al exterior, conductos por los que brotan las aguas de la tierra, cuevas, grietas y volcanes, pacarinas, que eran las vías primitivas de acceso por las que llegaron los seres que dieron comienzo a la humanidad; los gérmenes que hicieron nacer los animales, y las semillas que dieron vida a todas las plantas que crecen sobre el mundo de aquí. El esquema de este universo inca sería, pues, el siguiente:
JANAN PACHA
Intip churín
CAY PACHA
Pacarina
UCU PACHA
El ciclo se cierra con este flujo hacia arriba, que parte del Ucu Pacha, a través de una Pacarina, para que la penetren los hombres Ayar y, en el mundo de aquí, den nacimiento al imperio inca, con sus fundadores Manco Capac y Mama Ocllo a la cabeza de una humanidad que, con ellos en la cumbre, puede dirigirse al mundo superior, para comunicarse con los dioses de los que ellos, naturalmente, forman parte.
LOS CINCO SOLES**** ( Mitos cosmogónic os Aztecas)
Según los aztecas el supremo creador de todo fue el dios Ometecuhlti que, junto a su esposa Omecihuatl, creó toda la vida sobre la tierra. En otras versiones, esa pareja creadora original, se reduce a una sola divinidad llamada Ometeotl que adquiere una doble vertiente, por un lado la masculina, Ometecuhtli, y, por otro, la femenina, Omecihuatl. Así, este dios, que aparece como un dios del fuego y como el dios supremo del panteón azteca, es una divinidad andrógina. No recibió culto formal ni tampoco contó un centro de culto, pero estaba presente en cada ritual y en todas las elementos de este mundo. Esa pareja cósmica, o ese dios andrógino, dio a luz a los cuatro dioses que más tarde crearían cada uno de los soles y más tarde tuvo otras 1.600 divinidades más. Según la mitología azteca antes de nuestro sol, que es el quinto, existieron otros cuatro.
El segundo de esos soles fue creado por el dios Quetzalcoatl, dios del Viento. Bajo este sol, los humanos se alimentaron con semillas de árboles, que todavía eran insuficientes para fortalecer a los hombres, que debían sobrevivir a los fuertes vientos. Los tremendos huracanes en ocasiones arrojaban a los seres humanos lejos. A pesar de ello, algunos humanos lograron sobrevivir al ser capaces de transformarse en monos
Tlaloc, que era el dios de la Lluvia en la mitología azteca, creó el tercer sol. Durante la era del tercer sol, los seres humanos hambrientos vivían de cereales. En este mundo, fueron los tremendos volcanes los que provocaron las desgracias. Enromes volcanes hacían erupción y las cenizas caían desde el cielo, consumiendo y enterrando el mundo. Sin embargo algunos hombres sobrevivieron al convertirse en pájaros que podía escapar a aquellas destructivas erupciones.
Chalchiuhtlique, la diosa del Agua azteca, fue la encargada de la creación del cuarto sol. Los seres humanos de esta creación intentaron sobrevivir con una semilla conocida con el nombre de acicintli, pero ésta no era comida suficiente para los humanos, que tenían que enfrentarse a enormes inundaciones. El agua emergió del centro de la Tierra provocando una tremenda catástrofe en el mundo. Algunos seres humanos lograron sobrevivir a esta catástrofe convirtiéndose en peces.
Tlaloc, que era el dios de la Lluvia en la mitología azteca, creó el tercer sol. Durante la era del tercer sol, los seres humanos hambrientos vivían de cereales. En este mundo, fueron los tremendos volcanes los que provocaron las desgracias. Enromes volcanes hacían erupción y las cenizas caían desde el cielo, consumiendo y enterrando el mundo. Sin embargo algunos hombres sobrevivieron al convertirse en pájaros que podía escapar a aquellas destructivas erupciones.
Chalchiuhtlique, la diosa del Agua azteca, fue la encargada de la creación del cuarto sol. Los seres humanos de esta creación intentaron sobrevivir con una semilla conocida con el nombre de acicintli, pero ésta no era comida suficiente para los humanos, que tenían que enfrentarse a enormes inundaciones. El agua emergió del centro de la Tierra provocando una tremenda catástrofe en el mundo. Algunos seres humanos lograron sobrevivir a esta catástrofe convirtiéndose en peces.
El resto de los dioses se percató de que Nanahuatl no se alzaría en el firmamento hasta que no recibiese alimento necesario, es decir: los corazones para comer y la sangre para beber, de otros dioses sacrificados. Tras el enfrentamiento entre Nanahuatl y la Estrella Matutina, que se enfadó ante la idea del sacrificio, este último dios que era el más feroz de los 1.600 dioses, fue derrotado. Entonces todas esas divinidades, las 1.600, decidieron sacrificarse para dar alimento a este quinto sol, tras lo cual Nanahuatl, se alzó desde el este. Esos dioses se sacrificaron, ofreciendo su sangre para dar vida a este quinto Sol, pero Hiutzilopochtli tuvo que luchar con las tinieblas para poder expulsarlas del mundo y esa lucha dio origen a las estrellas. En otras versiones, se cuenta que esos dioses se fueron arrojando uno tras otro a ese fuego legendario, hasta transformarse en los astros que componen el firmamento.
Los aztecas se creían a sí mismos como el pueblo elegido para mantener al sol con vida, sin su ayuda este quinto sol, terminado un ciclo de 52 años, no volvería a salir. Para este pueblo la sangre es un elemento fundamental, que del mismo modo que mantiene vivo al ser humano, también puede dar vida al actual sol, llamado Hiutzilopochtli. . Por otro lado, este pueblo creía que igual que los cuatro soles anteriores, Hiutzilopochtli también podía desaparecer en un cataclismo y consideraban, además, que el mundo tal y como lo conocían, sería destruido en un gran terremoto, al final de un ciclo de la rueda calendárica de 52 años. Para mantenerlo vivo le proporcionaban como alimento un componente que sólo se encontraba en la sangre de las madre muertas en el parto, de los guerreros muertos en combate y de los prisioneros sacrificados.